Surge hasta en la piedra, en la vereda asoma,
una grieta que se postra y en ella se entona,
flor de mil batallas, que al sol desafías,
te alzas orgullosa donde nadie te veía.
Tu agua es escasa, pero no tu valor,
en hojas dentadas llevas tu esplendor,
y en el centro dorado, un sol que resplandece,
flor humilde y libre, que la vida enaltece.
Te arrancan los pies que no saben mirar,
dicen que estorbas su camino al pasar,
mas no conocen tu esencia, tu misión secreta,
ni el néctar que guardas en tu alma completa.
¡Oh, Diente de León, flor de lo silvestre!
Tu raíz profunda, medicina terrestre,
purificas la sangre, al hígado alivias,
curas y nutres, mientras la vida prodigias.
Tus hojas amargas, en ensaladas brillan,
tus raíces tostadas, en cafés se perfilan,
del veneno eres bálsamo, del tiempo alimento,
flor que sana al cuerpo y al pensamiento.
Cuando al viento entregas tus semillas aladas,
parecen estrellas, luciérnagas doradas,
viajan tan lejos como el cielo permita,
y en cada rincón una nueva vida agita.
Ahora que la milonga pusieron siniestra,
inoculan venenos con lengua funesta,
tu hierba me limpia de todo embuste,
y alivia el cuerpo que sufre y se frustra.
Te llaman maleza, flor de los baldíos,
mas ignorantes son quienes no ven tus bríos,
eres símbolo eterno de fuerza y de fe,
pues donde hay tierra, tú vuelves a nacer.
Diente de León, ¡qué noble tu misión!
En tu fragilidad reside tu lección:
que lo simple y pequeño, que nace del suelo,
puede ser el lazo entre la tierra y el cielo.
Eres guía de sueños, mensaje en el aire,
la brisa te lleva donde el destino depara,
tu flor majestuosa, humilde y sin par,
es canto a la vida, en su esencia más clara.
Gastón Gimenez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario