Cruzaba la extraña calle,
reducida de sus cimientos,
no estaba allí, sin embargo,
presencié lo frágil de sus momentos.
Esas calles no existen, ¿quién las ubicó?
¿Es todo un eco que el alma olvidó?
Nunca se vuelve,
cuando el holograma principee los destinos,
acostumbrados a llevar la campanita
debajo del cogote, en sus caminos.
¡Todo está allí, esperando!
¿Quién calla ante este abismo tan tremendo?
¿Quién será el que osó señalar?
¿Y por qué resonaron campanas de afirmación
a un sistema que suda sangre,
tejiendo su propia condena y perdición?
¡Ah! Pero sigue sonando,
en un eco vacío, siempre retumbando.
Mientras los manantiales de pantallitas
nos envuelven, nos obnubilan,
tienen nuestras mentes dando vueltas,
en la rueda de la rata que simula.
El ciclo es eterno, se desata,
pero la verdad jamás se descarta.
La vida huele a muerte,
y aún, entre la niebla de la ignorancia,
seguimos creyendo que avanzamos,
pero somos sombras, sólo vibrancia.
Olvidando que el destino no es holograma,
ni una ilusión que el sistema reclama.
¿Y aún seguimos en su madriguera?
¡Hemos expuesto el plan nefasto!
¡Pero el mundo sigue su rumbo de espera!
Nos hacen bailar al son del falso encanto,
mientras el aire se torna espeso,
y las campanas son el triste progreso.
¿Dónde está la salida, la luz, el final?
Cada paso parece ser sólo un engaño.
El caos nos cubre con su manto fatal,
y aún creemos que todo es solo daño.
Pero el tiempo avanza, nunca se queda,
y nos lleva al abismo de esta rueda.
G.D
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