Tuve la sensación de llegar a un abismo,
donde la sombra impuso su cruel espejismo,
donde la tristeza, con cortinas densas,
cubría mi mente y sus horas inmensas.
Pesaba la seda de mis pensamientos,
atada a secretos y oscuros lamentos.
Un brillo fugaz quebró la conciencia,
poniendo en mi mente su llave y esencia.
Los escalones del infierno ascendí,
pues nunca descienden, lo entendí allí.
La contrariedad no es un mito absurdo,
es un hecho cruel, sombrío y profundo.
No hay fuego, ni azufre, ni lava bestial,
es un frío tormento, helado y mortal.
Solo la fe muerta acelera el paso,
hacia un infierno que hiela su abrazo.
"Recoge tus pliegues al subir", oí,
"no mires atrás ni te alertes allí.
Dejas carne atrás, que un plasma recoge,
y en cada escalón, la esperanza se afloje".
Así subí, sin bajar, el suplicio eterno,
el eco vacío de un falso invierno.
El alma se hiela en su lenta condena,
en un infierno sin fuego, con fría cadena.
Gastón Gimenez
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