miércoles, 20 de noviembre de 2024

En la casa de la Alegria



En la casa de la Alegría,  

mate y tortas son festines,  

la poesía corre libre,  

como yegua en los confines.  

¿Será un sueño o una gracia  

que el alma goce sus fines?  


La dama mira a lo lejos,  

cogotea en la penumbra,  

espera al Juan de las sombras  

con un gesto que deslumbra.  

¿Vendrá el hombre en sus misterios,  

o la noche lo retumba?  


La ronda es pura y sencilla,  

sin lujos ni alhajas de oro,  

las palabras son diamantes,  

que en lo humilde hallan su coro.  

¿Será que el calor humano  

es más fuerte que el tesoro?  


Ríen las voces sinceras,  

late el suelo en la guitarra,  

la alegría se condensa  

en la casa que desgarra.  

¿Qué secreto tiene el rancho  

que hasta el alma se desarma?  


Duerme cerca la esperanza,  

como un perro en la tranquera,  

si el corazón sabe armarse,  

la vida es pura quimera.  

¿No será que la fortuna  

la cargamos de otras maneras?  


En los campos de la dicha,  

cada paso es un regalo,  

no se juzga la presencia  

ni el destino del milagro.  

¿Quién decide si el sendero  

es derecho o es quebrado?  


El ambiente es tan sencillo,  

que hasta el aire tiene canto,  

en las manos un tesoro:  

el mate y un verso santo.  

¿No será que los misterios  

viven en lo más llano?  


Por si acaso la tormenta  

se despierta entre los cerros,  

guarda siempre entre tus cosas  

una flecha y un sombrero.  

¿Es cobarde quien dispara,  

o prudente el compañero?  


Así cierro esta leyenda,  

de poesía y tortas fritas,  

con preguntas enredadas  

como noches infinitas.  

¿Será que al fin lo humano  

se define en su penita?  

Gastón Gimenez


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