Ay! como la humana razón
se convierte en un ratón,
corriendo entre los pasillos,
un enjambre de chiquillos,
pulsos ciegos de ciudad,
idiotas de eternidad.
Mecanismos inclementes,
engranajes imponentes,
plasma servil que amontona,
carnes mudas que se enroña.
¿Dónde quedó la palabra,
la chispa que nos descalabra?
Ay! La urbe es un teatro infame,
sin guion, solo enjambre,
pulsaciones repetidas,
marionetas descreídas.
Se consume la energía,
y el vacío se retira.
Manos firmes, rostros huecos,
juegan con los viejos ecos,
de los sueños que no fueron,
de las voces que murieron.
La maquinaria es su dios,
la decadencia su voz.
Ay! la trama, oscura artimaña,
es de fósiles con saña.
De los tronos, las cadenas,
del sistema y sus arenas.
Cada engranaje se aferra,
mientras la vida se entierra.
Y aquí estoy, en esta rueda,
entre sombras que se enredan.
Con un grito que desgarra,
rompo el ciclo que me amarra.
Que el poema sea mi voz,
para el humano feroz.
Sabes cómo vi girar
la idiotez una y otra vez.
Si hasta los escuché,
sin alma ni porqué.
No hay humana condición
que les devuelva el corazón.
Ay! de su innata esencia,
que jamás podrán borrar,
ni alardear ni engañar,
son clones de la inmediatez.
Prefieren que tú les des
la mentira ya "pre-pensada".
Ay! de otros tiempos,
donde la poesía dolía,
y con rabia se escribía,
donde los vientos sabían
saborear tintas rebeldes
y abrazar nuestras cuitas fieles.
Hoy la tinta es un suspiro,
un eco que desafía,
un rayo en la lejanía
que ilumina la agonía.
De la rueda hay que bajar,
la palabra es mi lugar.
Gastón Gimenez
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