Calambre en el hambre, mueca rota,
sin sonrisa que alivie la derrota.
Va la miseria a toda prisa,
buscando en sombras lo que desliza.
Un cauce seco, sin argumento,
abriga el alma con su tormento.
Estómagos tiesos, manos vacías,
hurgan desechos, buscando migas.
Un mate cocido, un pan pequeño,
son lujos raros, fugaz ensueño.
En esta era, reina ambición,
trono del hueco, sin solución.
Son los caídos, mandatos grises,
del servidor ciego, con sus matices.
Por borrar culpas, se torna audaz,
esconde en nombres su falsa paz.
¿Libertad rancia? ¡Manera insana!
Que arrasa mentes con fuerza vana.
Rastros oscuros deja su estela,
cultiva el hambre como una vela.
Flor maldecida de mente austera,
nace en la miseria, muere en la espera.
Mientras los niños piden al cielo,
un simple bocado, un leve consuelo.
¡Qué ironía amarga! Los mismos mandan,
y tras los muros las sombras andan.
Los "grandes" juegan con la mentira,
y en su codicia la vida expiran.
El pueblo calla, carga sus penas,
¡y en el silencio revientan cadenas!
Pocos son nobles, cruzan la mano,
alivian al caído con gesto humano.
Un pan humilde, un mate amigo,
y en el calor se encuentra abrigo.
La esperanza vibra, tímida llama,
pero su luz al pobre reclama.
¡Despierten todos! Que el hambre azota,
y no hay razón que el dolor denota.
Si el pan alcanza, si el sol es libre,
¿por qué el humano se vuelve insensible?
Dejen las rejas, suelten los miedos,
rompan las trampas de viejos credos.
Así la milonga clama al viento,
que no haya más llanto ni sufrimiento.
Que el hombre entienda que su destino,
es dar la mano al que va al camino.
Si somos polvo, si somos nada,
¡hoy compartamos la madrugada!
Gastón Gimenez
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