martes, 19 de noviembre de 2024

El lamento del Poeta

 Ahora entiendo al poeta cuando su dolor esboza,  

no hay tormenta de rima, solo un verso que destroza.  

Y aunque poeta no soy, su lamento me es cercano,  

conecto con su amargura, con su sufrir tan humano.  


Su corazón en tinta despliega líneas calladas,  

que vuelven senderos tristes, sus quejas desamparadas.  

En una mesa rara, de madera casi atada,  

no posee ni un lujo, su vida nunca es dorada.  


Desplegar su sentir es lo que lo mantiene vivo,  

al escapar su tranco amargo, encuentra algún alivio.  

Allí escribe en silencio, con la luna de testigo,  

los fantasmas de su vida bailan, haciéndole abrigo.  


Sus versos, como puñales, desgarran el alma sola,  

y el eco de su pena en la noche se descontrola.  

Suspiros hondos exhala, mientras fuma su cigarro,  

su vida se le deshace, como humo en un desgarro.  


No soy él, no tengo su pluma, ni el tormento de su guerra,  

pero en su pena me encuentro, como quien busca en la sierra.  

No pide ni espera nada, solo hallar una salida,  

mientras la tinta lo salva del abismo de la vida.  


Cada letra es un desvelo, cada rima una condena,  

pero su pluma no para, aunque todo le dé pena.  

El poeta, con su canto, se desgarra y se consuela,  

en el eco de sus versos, encuentra su centinela.  


Gastón Gimenez 




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