En la calle yace, dorada y perdida,
una moneda que el sol resucita.
Mis pasos la ven, y en su leve caída,
se arremolinan mil almas marchitas.
El enjambre humano, al bondi corriendo,
apenas respira, apenas se afana.
Y yo, en mi paso, sigo descubriendo
un sol que me extiende su mano temprana.
“Amigo, detente, aún queda mirada,
un rayo de luz, una pausa callada.
No dejes que el filo de vidas cercanas
te arrastre al abismo de penas humanas.”
Trina la yerta, en canto aguzado,
corta las almas con filo robado.
No sabe su eco de tiempos ni estancia,
mas lleva consigo a la vil ignorancia.
La rendija extraña que al hombre domina,
cautiva su alma, su fe se encamina
a la sombra fría de toda pasión,
donde yace muda la resignación.
Y allí, donde el tiempo se quiebra y desanda,
la moneda al sol brilla en su demanda.
Un rayo, un suspiro, un breve fulgor,
que pide al humano un instante de calma.
Gaston Gimenez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario