Venimos, vamos, en sombras o luces,
el ser acontece sin causas ni cruces.
Lo que dicta el corazón, eterno y callado,
permanece ajeno, jamás razonado.
Y así me siento, en mi ser necesitado.
Destellos sutiles me rozan despacio,
susurros de un hálito que al alma abrazo.
Las musas celosas mis horas contemplan,
se desprenden del muro, sus sombras se siembran,
y en sueños antiguos su magia concentran.
Aún puedo huir, deshacer mis cadenas,
correr por paisajes de etéreas arenas.
Las lágrimas brotan, rastro en la piel,
materia de penas que el tiempo esculpió fiel,
y en noches ocultas murmuran su hiel.
Amantes desconfiadas resurgen en calma,
pintando en la noche los gritos del alma.
Su tacto me llama, su roce me encuentra,
despiertan memorias que el silencio sustenta,
y en su breve abrazo la penumbra alimenta.
Así, siendo, voy y acontezco,
mi vida un misterio, mi camino grotesco.
No hay explicación que a mi ser redima,
sólo el eco del tiempo, la palabra que rima,
y el latido eterno que en el alma me anima.
Gastón Gimenez
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